lunes, 27 de abril de 2009

Tratamiento para Nuria: Darío en vena (I)


Esta es la 1ª entrega del relato 'Tratamiento para Nuria: Darío en vena'. Iré poniendo más entregas según las vaya escribiendo. ¡¡Espero que os guste!!

- ¡¡Bip, bip!! – el busca sonó en todo su esplendor. Cerré fuertemente los ojos como si eso hiciese que se callara ese maldito cacharro. “21ER” es lo único que aparecía en la pantalla. Lo suficiente para saber qué ocurría.
Me subí la cremallera de la cazadora, abroché el casco y me fui directo al hospital. Sé que no debo correr con la moto, pero esta vez es importante.

- ¡Es tan mono! – decía Nuria, mientras sus ojos imitaban los de un pobre animalito pidiendo comida.
- Ya te dije que estaba coladito por ti. Llevaba unas semanas que no te quitaba ojo en el NYC. Me contó que había algo que no sabía explicar en la forma en que lo miraste la primera vez – Maya relataba a la vez que hacía que a Nuria se le entornasen las mejillas en un rosado característico.
- Bueno, lo mejor es que ya hemos conseguido ese total acercamiento del que hablábamos. A partir de ahora, solo es cuestión de seguir con el plan previsto para hacer que sueñe con ello.
- No te enamores – advirtió Maya a Nuria por enésima vez.
- Tranquila, sé lo que me hago.

- Date prisa, no tenemos tiempo – Alfonso apareció justo cuando empezaba a caer a chorro el agua del grifo. Tenía la misma apariencia de siempre. En sus ojos nunca se veían el cansancio, la preocupación o, por qué no decirlo, la resaca. Tras sus gafas de pasta negra siempre aparecían los mismos ojos avellana, entreabiertos. Haciendo un gesto dirigiendo su palma de la mano hacia sí mismo me indico que fuera hacia él.
- No funcionó la terapia con Cobalto.
- ¿Le daban Temodal?.
- Manitol al 20% y Furosemida 40 miligramos.
- ...
Las voces e instrucciones se iban sucediendo unas detrás de otras, de forma ordenada. Parecía un concierto in crescendo en el que cada instrumento aparecía en su momento justo. Era el momento de cerrar los ojos, respirar, darle al play... y operar.
Reconozco que cuando opero, muchas veces mis manos van más rápidas que mi propia cabeza. No sé cómo explicarlo. Parece que una secuencia de imágenes pasan por mi mente indicándome el siguiente paso, qué es lo que debo ver. Diría que puedo ver el futuro tan solo hasta el próximo segundo.

Sin casi apreciarlo habían pasado cuatro horas desde que me enfundé los primeros guantes
- Extubadle y dadle Normosol - se me resbalaron las palabras por la boca. Estaba extenuado. Me arranqué la bata como si estuviese asfixiándome. Estaba sudando. Sudaba desde antes de subirme a la moto. Ya en el baño, solo, me mojé la cara y me senté en el suelo, preso de una debilidad que nunca antes había sentido. Veía venir el sueño como una manta gigante de humo negro y sin quererlo, me quedé dormido.
- Darío - una voz conocida pero lejana pronunciaba mi nombre.
- Doctor - me llamaba alguien, aunque era incapaz de ver quién era. Su voz era como un eco recorriendo el interior de mi cabeza, de derecha a izquierda, de un oído al otro.
- Doctor - repetía - no me encuentro bien. Me duele la cabeza.
De repente, la imagen de su cara se apareció ante mi pero fue pronto borrada por una mancha roja, espesa, que corría como un telón irregular, deformado.
Acababa de operarla.

- ¡Alfonso! - grité cuanto pude al salir del baño
- ¿Qué ocurre? ¿qué te pasa? - esta vez los ojos de Alfonso se abrieron al percatarse de que algo grave ocurría
- ¿Has revisado la presión intracraneal de la paciente?
- ¡Claro! De hecho, me dirigía en este momento al box para revisar el monitor
De nuevo, habían pasado los siguientes diez minutos como si de unos pocos segundos se tratase.
- Sangrado Intracraneal Postquirúrgico. ¿Cómo lo sabías?
- Si te digo que me lo dijo la propia paciente, ¿me creerías? - dije mientras una mueca de aquel que está mintiendo se entornaba en mi boca. Tan solo obtuve un gesto de "te estás quedando conmigo".

No hay comentarios: