El repartidor

No me suelo fijar en la gente que camina por la acera cuando voy con el coche. Estoy demasiado al tanto de conducir y prefiero no distraerme.

Pero de repente esa chica que subía esa cansina cuesta que sube a mi casa se giró cuando escuchó el ruido de mi motor e hizo el gesto de 'auto-stop' con una amplia sonrisa.
Nunca he parado a un autoestopista y no sé por qué esta vez sí lo hice. En un español un poco torpe y mientras terminaba de bajarse la ventanilla del lado del acompañante, me dijo que si "podría hacer el favor de acercarla a su casa, al final de la cuesta". Llevaba un par de bolsas del supermercado de abajo y no pude negarme.
En ese momento comenzaba la canción 'What goes around...' y ella, ya sentada a mi lado, ni siquiera me preguntó y subió el volumen mientras decía algo como "love it!". Aunque me pareciera increíble el poco sentido del ridículo de aquella desconocida, no tuve más remedio que sonreirme ante tal situación.

En algo menos de cinco minutos llegamos a la puerta de su casa. "Let me help you with your shopping bags" dije con mi torpe inglés. Nada más decirlo, me imaginé que aquella frase sonaba a típico comienzo de película porno, por lo que supuse que ella iba a arrancar las bolsas de mi mano y se largaría sin más... pero me agradeció de nuevo mi ayuda.

Una casa preciosa, sin duda. Salón amplio, diáfano, como me gusta a mi. Una cocina moderna, de acero y colorida, donde, de nuevo sin preguntarme mi opinión, ya me estaba ofreciendo una cerveza abierta... y ya podía ver el dormitorio, con una amplia cama que no tardamos en deshacer.

"Buena compra, sí señorita..." es todo lo que llegué a entender cuando salía de la casa sin siquiera girar la cabeza.