lunes, 28 de septiembre de 2009

Vergüenza de lo malo


Es que... soy tímido. Me da palo, me da vergüenza.
¿De qué?

Vamos llenos de inhibiciones por la vida. No gritamos cuando nos apetece porque nos ve la gente. No nos metemos hasta las rodillas en el mar porque pensarán que se nos va la pinza. No le decimos a esa chica: "me gustas", porque pensará que estamos tontos, etc, etc.

Señores, a raíz de lo que decía el otro día, creo que hay algo que no nos permite un grado más de felicidad, y eso es la vergüenza.
Parece que hay un par de cosas que no nos deja ser totalmente libres. Por un lado tenemos el 'que dirán' (de lo que hablaremos otro día) y por otro lado (pero muy cerquita de lo primero) es el miedo al ridículo. Y digo yo, ¿no perdemos más fingiendo ser quienes no somos? ¿acaso no gastamos más energía cohibiéndonos a nosotros mismos?

Y es muy fácil tomarse dos copas y desinhibirse entonces, porque tenemos excusa de que "estaba con to'l peo".
Pues yo voto hoy por estar todo el día con el "pedo psicológico", ser uno mismo... y que Dios nos pille 'confesaos'.

Vergüenza... de lo malo, o como decía Baltasar Gracián: "Hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ayyyyyyyyyyy!
Como se nota que te vas haciendo mayor y te va enseñando la expriencia.
¡Adelante!.

Padre.

Alberto dijo...

Llevo casi toda la vida revindicando la pureza, incluso creo que hice una entrada en el blog sobre ello. Hoy día te garantizo que requiere de una fortaleza nada común ir con la transparencia como estandarte en tu camino. Siempre pensé y sentí que esa transparencia te regalaría la paz de espiritu pero aunq tu conciencia y tu razón tengan argumentos de más peso, al final es imposible (o a mi se me hace) convivir con la soledad ideológica q provoca. Otra cosa es q hay q ser muy buena persona para poder respetar a los demás y a la ve ser natural

Nando Calleja dijo...

Pues debe ser que estoy leyendo mucho a Murakami y a Benedetti porque cada vez tengo más claro que mi libertad (que no libertinaje) me permite ser yo mismo.

Alberto... ¿y si compartimos esa transparencia para no vivirla en soledad?