miércoles, 23 de septiembre de 2009

Bajo nuestra almohada


- ¡No es tu hijo!
Era cierto. No era mi hijo. Pero al escuchar esa frase sentí una fuerte puñalada en el pecho.

Llevábamos algo más de un año y medio juntos. De ese tiempo, casi cumplíamos un año desde que vivíamos bajo el mismo techo.
Ella tenía un hijo de una relación anterior. Ahora el niño tenía cuatro años y de veras que lo sentía como un hijo propio, como si lo hubiese engendrado y criado yo.

Casi no recuerdo cómo empezó la discusión. Supongo que ahora, pasado ya un tiempo, parecería una auténtica chorrada.
... no debí haber dado ese portazo, eso sí que lo sé. Me pudo el 'pronto' en ese momento. Prefería largarme a dar un paseo antes de empezar a decir cosas de las que seguro más tarde me arrepentiría.

Y sigue sin ser mi hijo, pero sigo yendo a la puerta de su colegio cada tarde, para ver como su madre va a recogerlo. Todos y cada uno de los días, compungido tras una esquina, sintiendo tres retortijones en el estómago: uno, cuando la veo a ella; otro, cuando lo veo a él; y otro, cuando los veo marcharse juntos, saltando y sonriendo por el paseo que se aleja del colegio.

Nunca se me dio bien hablar y mucho menos hacerlo para dar explicaciones o pedir perdón, así que escribí aquella carta y la puse debajo de la almohada, bajo el lado en que estoy seguro sigues durmiendo.

Cuatro días más tarde y tan solo he recibido un mensaje diciendo "aplícate el cuento"... ¡tonto de mí!! debí haber sabido leer entre líneas. Subí corriendo las escaleras de nuestra casa, con el corazón ya acelerado y descubrí aquel sobre debajo de mi parte de almohada. Tan solo había unas letras escritas: "TPMPS" y dentro del sobre una cuartilla con tan solo una columna a la izquierda de la misma: "Yo sola no puedo escribir ninguna historia. Escribe tú a mi lado"

1 comentario:

Anónimo dijo...

plas plas plas plas plas plas.
Padre.