Mi cabeza se cree muy lista cuando piensa que me puede ordenar lo que tengo que pensar.
El corazón le hace la señal del pajarito con la aurícula derecha mientras se coge sus partes con el ventrículo opuesto.
Mis labios, en medio de esa discusión sin causa ni destino alguno, articulan palabras que salen de una boca más abajo.
Mis piernas se enredan porque no saben adonde se dirigen los pies.
Extremos de extremidades forman sombras que mis ojos no son capaces de ver.
Oigo un pitido continuo, lejano y codificado y me huele a que nunca entenderé lo que escucho.
Saboreo un camello de hace un rato y siento que mi cerebro entrepiernado es el único que pone cordura a los otros 8 sentidos
(vista, gusto, olfato, oido, tacto, cerebro, corazón y estómago).
El 9º ya te lo he dicho.
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