viernes, 24 de julio de 2009

¡Que no me entere yo que ese culito pasa hambre!


Me llamó la atención aquel anuncio en el escaparate: "Cambio estético completo. Cara completa por el precio de los ojos". Me decidí a entrar en el establecimiento, esperando encontrarme un centro de cirugía, grande y pulcro. Todo lo contrario... parecía un bazar de cuerpos. Nada más entrar a la derecha, ojos verdes, azules, marrones y negros. Achinados, redondos y grandes. A la izquierda, pelos de todo tipo: rubios platinos, dorados, castaños, negros, ... cortos, de punta, media melena y largos para tenerlos por la cintura.
Me vino una sonrisa pícara cuando llegué a las tetas: medianas, grandes, más grandes y enormes. De punta y redondas, ... pezones de todo tipo.
Y repartidos por el local: narices, labios, mentones, pómulos, ... abdominales y glúteos.

El dependiente se acercó y me dijo: "Te dejo un pack completo a mitad de precio. Vete probando lo que quieras". ¡¡Me volví loco!!. Empecé por elegir una buena mata de pelo castaño, me puse ojos verdes, me afilé el mentón, perfilé mi labio superior... me puse un pecho duro, elegí una de las mejores tabletas de abdominales y me coloqué un culo respingón. ¡Parecía un crío en una tienda de golosinas! Sin darme casi cuenta, llevaba dos horas en la tienda, eligiendo todas y cada una de las partes del cuerpo que por allí podías encontrar. Hasta once piezas diferentes llegué a intercambiarme de mi mismo.

¡Ni siquiera me había mirado al espejo! Me subió un yoqueseyqueseyo mientras me dirigía a la 'zona de chequeos'.
Oyeeeee, tampoco está tan mal. Tioo, estás bueno, tiooo!

Pagué encantado lo que debía por mi cambio completo. Salí a la calle dispuesto a comerme el mundo y, si podía... algo más ;-)
Me daba cuenta de que muchas chicas se giraban al verme pasar. Me fui directo a la playa a lucir mi cuerpo serrano.

Pero... mientras parecía que más agradaba a los demás, menos me gustaba a mi mismo. Solo una hora más tarde de mi cambio corporal y ya estaba empezando a olvidar quién era, qué era lo que llevaba dentro de aquel cuerpo perfecto. Me asusté y volví corriendo a la tienda de cuerpos. Respiraba tan fuerte del ansia que tenía, que fui incapaz de articular palabra delante del mostrador.
Lo más sorprendente fue que el vendedor, sin mediar palabra alguna y sin escucharme siquiera, me tendió una bolsa que llevaba en la mano, mientras me devolvía a su vez el dinero que había pagado. A toda prisa, abrí la bolsa, me quité todas esa piezas corporales y me volví a colocar las mías originales.

El dependiente se sonreía mientras abría la puerta de su tienda. A modo de despedida, me dijo: "Bienvenido de nuevo..."
"Esto se avisa...", le contesté. Y pasados cien metros, aún seguía escuchando a aquel brujo descojonándose mientras yo iba recuperando mi pulso normal.

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