lunes, 18 de mayo de 2009

Tratamiento para Nuria: Darío en vena (III)


- La paciente del 'SIP' pregunta por ti – dijo Alfonso señalando con el pulgar hacia atrás. No hacía falta que me dijera la habitación donde se encontraba. Lo sabía perfectamente ya que pasaba todo los días por allí, sintiendo un escalofrío cada vez que cruzaba por la puerta.
- ¿En qué habitación está? – quise disimular
- En la 721 -. Me pareció reconocer una leve sonrisa en la cara de Alfonso. – Por cierto, no ha preguntado por el doctor, ha preguntado directamente por Darío.

- Maya, ¿por qué se lo has dicho? – preguntaba Nuria llorando, ya sin fuerzas de llevar tanto tiempo haciéndolo
- Porque es el único que puede ayudarte. Pensaba que ya lo tenías claro. De un momento a otro él recibirá “la visita” y sólo él tendrá que tomar la decisión.
- Tengo miedo, mucho miedo Maya.
- Lo sé, mi niña – contestó Maya con los ojos más dulces que se podían poner, mientras cogía la mano de Nuria y la apretaba con fuerza.

- Hola, buenos días – me temblaba la voz delante de aquella chica y ni siquiera entendía por qué. Yo era su cirujano y ella simplemente una paciente. Bueno, si no contamos con los sueños, claro.
- Hola Darío – sonreía esa niña mientras decía mi nombre. – Quería agradecerte personalmente que me hayas salvado la vida. Quisiera darte algo…
- No hace falta que me agradezcas nada ni mucho menos que me regales nada. Mi trabajo es salvar vidas.
- No es un regalo que quiera darte, Darío. Es un regalo que TENGO que darte… acércate, por favor.
No sabía qué hacer, pero esa niña tenía la suficiente convicción en sus palabras como para hacer que me sentase en el borde de la cama, a la altura de sus caderas.
- Dame tu mano
Sonaba convincente, segura, sin miedo… Puse mi mano izquierda entre sus manos dispuestas con las palmas enfrentadas. Sentí un sueño irremediable. Se me caían los párpados y no tenía fuerzas si quiera para impedirlo. Pero, sin saber por qué, no me era extraña aquella sensación. Estaba tranquilo y seguro de lo que pasaba... o iba a pasar. Me dormí sin haberlo dispuesto.
- Darío, ahora sí puedo darte tu regalo. Es algo que no podía darte en la realidad, porque ni siquiera es algo real. Tú sabes que eres diferente y yo sólo haré que veas el por qué. Ha sido una fortuna encontrarte. Sabía que un día tú me salvarías la vida. Reconozco que después de tanto tiempo casi había desistido, pero la espera ha merecido la pena... para ti y para mí. Tienes un don que ni siquiera reconocías y ese don hará que puedas ayudar a mucha gente. Es incluso sarcástico que te hayas dedicado a la medicina, porque eres médico desde que naciste, pero no médico del cuerpo. Tú... curas almas. Ahora, sé que tienes que salvar a alguien. Requerirá sacrificios y mucha, mucha fuerza por tu parte. Pero eres noble y eso hará que superes ciertas barreras. Gracias por salvarme Darío.
Abrí los ojos de repente y pude ver a esa niña sonriendo. Quise preguntarle un millón de cosas, pero ella puso su dedo índice sobre mis labios y tan solo asintió con la cabeza. Le devolví la sonrisa y a su vez asentí.

"Nuria NYC" es lo que pude ver en la pantalla de mi móvil. Me dio un vuelco el corazón. De repente había descubierto el por qué de mis sueños. ¿Era el destino lo que me llevó a conocerla? No, no puede ser. La conozco de vista al menos desde hace un par de años. ¿Coincidencia? ...
- Hola Nuria, ¿qué tal estás? - mi voz denotaba cierta preocupación y sabía que ella lo notaría en seguida.

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