miércoles, 6 de mayo de 2009

Tratamiento para Nuria: Darío en vena (II)


- Aaaaahhhh!! - gritaba como un pirata en pleno vuelo hacia el barco que abordaba. Incluso llegó a escocerme la garganta mientras me daba cuenta, empapado en sudor, que estaba soñando. Últimamente me costaba dormir más de dos horas seguidas. Justo cuando parecía que conciliaba el sueño profundo, volvían las visiones... tan reales.
- ¿Estás bien? - dijo una voz que aparecía a mi derecha.
- Sí, esto... tranquila - contesté. No quería que se diera cuenta que en ese momento ni siquiera recordaba su nombre. Conocía a esa chica de vista desde hace tiempo. Frecuentaba NYC, el pub de mi amigo Dani. Normalmente yo estaba demasiado a mi bola como para entablar una conversación que me llevara a algo provechoso. No era de esos chicos que se acostaban con la primera que pasaba, aunque tampoco perdía la más mínima oportunidad si se presentaba.
- Oye, he quedado para comer con un amigo. Yo, al menos, me tengo que ir duchando y eso. Tú quédate si quieres un rato más en la cama -. Intenté esbozar algo parecido a una sonrisa convincente, pero reconozco que no se me dan demasiado bien las sonrisas de foto.
- Uy! sí, yo también tengo que marcharme. Mi madre me mata si no llego a tiempo para poner la mesa. Ya sabes, esas comidas de domingo con los padres, hermanos y futuros cuñados -. Mientras hablaba, en esa, su segunda frase de la mañana, le miré fijamente a los labios, notando como articulaban perfectamente cada letra de cada sílaba. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención de esa chica fue su boca. Ya a lo lejos, entre la tenue luz del bar, se notaba sexy. Cuando hablaba, sonreía, o incluso cuando atinaba con la pajita para darle un sorbo a su copa. – Me gusta beber con pajita. Así me duran más las copas – me había dicho esa misma noche. Y de repente, acudieron a mi cabeza los recuerdos de esos labios. Los mismos recuerdos se tornaron físicos y noté como ella correspondía mi calor con el rubor de sus mejillas. Indudablemente, se había percatado de mi erección. Sin mediar palabra, nos acercamos el uno al otro. No se quién empezó a caminar. Solo sé que nos encontramos a los pies de la cama y dejamos caer nuestros cuerpos sobre el firme colchón, que supo aguantar una vez más nuestro más ferviente arrebato.

- ¡Y eso fue lo que pasó anoche! – le dije a mi amigo Pedro, mientras éste apuraba el último trago de su cerveza.
- Menudo pieza estás hecho – dijo Pedro con una notable sorna. – Si no te la hubieses llevado tú este fin de semana, te juro que tenía pensado empezar a intentarlo yo la semana que viene. Y bueno… ¿más detalles de lo ocurrido en tu alcoba? – preguntó mientras guiñaba su ojo derecho.
- Un caballero nunca cuenta los detalles – dije yo a su vez, mientras estiraba mi espalda y colocaba mi brazo derecho delante, con ademán de gentleman inglés. Ambos reímos la gracia. - Pero esa chica tiene algo... -.
Pagamos la consumición y nos despedimos en la puerta del bar hasta la noche, cuando habíamos quedado con los demás del grupo.
Me hubiese encantado decirle a mi amigo Pedro que llevaba ya tiempo soñando con ella... pero él no lo hubiese entendido. Supongo que hubiese tergiversado mis palabras. ¡Uff! quisiera poder contarle a alguien que sueño con la mujer con la que me acuesto, y que en ese sueño, ella me mira desde abajo, sumiéndose en un pozo, y me pide auxilio con gritos ahogados.
Supongo que puedo confiar en Maya. Al fin y al cabo, es mi mejor amiga y además conoce muy bien a Nuria. Marqué su teléfono directamente desde mi móvil. Era de los pocos teléfonos que me sabía de memoria:
- ¡Hola Nuria! - la voz me temblaba ya pensando en cómo le iba a contar para qué la llamaba.
- ¡Hola guapo! ¿Te crees que jústamente ahora tenía el móvil en la mano para llamarte?
- ...
- Darío, tengo algo que contarte. Se trata de Nuria...

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