Hallábame yo en un restaturante de tipología oriental cuando ya, para los postres, encontrábame saciado tras haber ingerido un buen plato de arroz sumado a un exquisito miembro de los anátidos cocinado al estilo pequinés (o pekines, vaya usted a saber!).
Uno de los meseros acercóseme inquiriendo por un último plato, a lo que yo demandé "un te jazmín, por favor".
El mismo mesero, en un lenguaje poco internacional, reconoció mi pedido mentando "... a la una...?"
Mi discernimiento tomó una linde particular -en ese momento no llegué a pensar en que ese 'una' que mencionaba se refería a cantidad- asi que automáticamente completé la frase "... a la una...
...a las dos y a tres... que sí coño, que quiero un té"
Con un 'gracias' que me fué contestado con otro 'gracsias' terminó nuestra relación gastro-comercial.
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