
Casi no lo recordaba... hasta que volvió a pasar. Después de un montón de años lo hice pasar por una mala pesadilla, pero de nuevo frente a Belcebú pasaron por mi cabeza aquellas imágenes, donde sólo tenía 11 años:
Estaba enfadado, muy enfadado con mis padres por obligarme a ir a aquel internado de verano alejado de todo lo que podía ser divertido durante la época estival. Tan, tan enfadado, que juré por el demonio que esa sería la última vez que alguien decidía por mí... y el propio demonio por el que estaba jurando se apareció ante mí y me propuso un pacto: podría influir en los demás para que nadie me ordenase nada a cambio de que, cuando tuviese una vida en mis manos, la dejase pasar y se la entregase a él.
Hoy, 19 años más tarde, recuerdo haber sopesado aquel trato: ¿cuando podría decidir yo sobre la vida de alguien más? ¿podría ser que nunca ocurriese? Nada parecía indicar que podría perder en el trato, así que firmé con mi propia sangre.
Y ahora, vicisitudes de la vida, me encuentro con que una ídem depende de mí. Lo malo... que es mi propia vida, y el cabrón de Mefisto hace que salde mi deuda:
- Tienes tu vida en tus propias manos y quiero que la dejes pasar y me la entregues. Me lo debes.
- ¿Y si a su vez pongo yo mi vida en las manos de otra persona? - repliqué.
- Entonces será decisión de esa otra persona qué hacer con tu vida. Si quiere tu vida, nuestro contrato no tendrá efecto alguno nunca más... pero si te rechaza, arderás por toda la eternidad.
Le he pedido unos días al diablo para que tú me puedas contestar: ¿qué? ¿te quedas con mi vida?. Por favor, date prisa, que la cosa está que arde (por lo del infierno, digo)